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EL VERDADERO MÉXICO

BY CONNOR WRIGHT

En el verano, tuve la suerte de viajar con mi familia a un país con muchos secretos escondidos, una reputación que, en general, sirve como una lacra. Pero, este viaje me hizo admirar una cultura llena de rica gastronomía, gente siempre sonriente, y un lugar que me sorprendió incluso antes de tomar tierra en el aeropuerto.

En ese sitio, solo podía ver los árboles verdes, y la vista continuaba hasta el más allá. Nunca he visto un aeropuerto tan aislado, pero allí estaba.

Sin embargo, de lo que más me gusta hablar es sobre el buceo. México tiene debajo de la manga una utopía marina, los llamados cenotes. Se trata de unas cuevas bajo de la superficie de una fuente de agua fresca. Ahí la luz no podía entrar debido a la gran estructura del lugar que estábamos explorando, y tuvimos que traer linternas. A pesar de esto, estas cuevas (que no eran tan profundas: alrededor de 8 metros de profundidad) estaban pidiendo a gritos ser exploradas. Por esta razón, a veces, la luz podía entrar e iluminar un laberinto de piedras de todas formas. En concreto, la luz revelaba una explosión de colores, que eran tan vibrantes, pero quedaban en silencio en el fondo, esperando ser descubiertos. Sobre todo, algunas veces, los cenotes se mezclaban con una fuente de agua de mar, que creaban un efecto que se llama el “halocline”. La consecuencia de este fenómeno es que nubla los ojos, y para evitarlo, es importante que sigas con cuidado, con los ojos fijados en la dirección, por donde estabas andando. En general, la combinación del “halocline” con colores puros produce una experiencia completamente única que jamás había visto en ninguno de mis viajes.

Aunque, vale la pena decir que el coral ha sufrido mucho. Es posible que haya sido víctima de tráfico marino; aun así, el coral no parece lo mismo que hace unos pocos años. Una lástima, pero un resultado común en todas partes.

Por otra parte, un viaje no se puede finalizar sin la comida de la cultura autóctona. Puedo decir con certeza que no se pueden comparar las fajitas y el guacamole a los de Inglaterra. Ojalá pudiera descartar todo lo que traje a casa al final del viaje, como el guacamole. Aun así, es imprescindible que consideremos que la comida está cocinada con amor y pasión, que mejora mil veces el sabor de la comida.

Para colmo, las noches fueron como una ilustración de una obra magistral. Noches claras, con el sonido de las palmeras junto con el mar, parece ser una parte de todas nuestras vidas. Aunque las noches no pudieran ser más preciosas, estuvimos acompañados de algunas estrellas fugaces, que se han quedado grabadas en mi memoria.

Por eso, tenemos que mirar debajo del estereotipo común sobre México, el cual está a años luz del verdadero país. Fue triste partir, pero me siento privilegiado por conocer a esta cultura, y tengo ganas de volver.   

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