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ASESINADO A SANGRE FRÍA: LOS RIESGOS DE SER AMBIENTALISTA EN AMÉRICA LATINA

BY EDWARD SOANE

“Al principio pensé que estaba luchando para salvar los árboles de caucho. Después pensé que estaba luchando para salvar el Amazonas. Ahora me doy cuenta de que estoy luchando por la humanidad”. Estas fueron las palabras de Chico Mendes, sindicalista y ambientalista que, durante muchos años, abogó por la protección de su entorno natural y en contra de las multinacionales que se establecían por todas partes en su país natal: Brasil.

 

Los multinacionales entraron en el campo, talaron los árboles asolando miles de kilómetros cuadrados de tierra y, encima, se hacían cargo del desalojo masivo de los indígenas que poblaban el área desde hace siglos. Aquellos que manifestaban su oposición, se arriesgaban. Eso es fue exactamente lo que hizo Chico Mendes. Habiendo predicho su propia muerte algunos meses antes, el jueves 22 de diciembre fue asesinado, por un ganadero encolerizado, mientras cenaba en casa. El año era 1988 y esta trágica historia tuvo lugar en Brasil. Historias como esta se siguen produciendo una y otra vez a lo largo del continente y en América central. En Honduras, desde 2010, 120 activistas ecologistas han perdido la vida, cifras que son igual de desoladoras en México, El Salvador y Guatemala.

 

La razón de esta tendencia terrible es sencilla: las multinacionales consideran que la tierra latinoamericana está llena de oportunidades económicas en una amplia gama de sectores, desde la minería hasta la construcción de grandes instalaciones hidráulicas. Como se esperaba, los gobiernos acogen con entusiasmo esta inversión privada en la economía dado que puede ser extremadamente beneficiosa, creando nuevas oportunidades de empleo y desarrollando las infraestructuras del país. Hay que tener en cuenta que muchos de estos países acaban de liberarse de guerras sangrientas y devastadoras, las cuales los dejaron en graves apuros y con una necesidad urgente de reconstrucción. Por eso, a menudo, quien se interpone por motivos ambientales se vuelve un obstáculo, y tales obstáculos se quitan sin escrúpulos.

¿Los culpables?

 

Por mucho que intenten encubrir la verdad, la mayoría apunta con el dedo a los políticos y a los empresarios. Al fin y al cabo, ellos tienen el motivo más claro y evidente. En los últimos años, político tras político ha sido acusado en todo el continente* de conspirar con inversores potenciales e incluso con bandas criminales para su propio beneficio financiero.

¿La solución?

 

A largo plazo, la única manera de ponerle fin a esta matanza sería, como con muchos problemas en Sudamérica y Centroamérica, arrancar de raíz la corrupción política que sigue plagando tantos aspectos de la vida. Sólo entonces se podrá promover el diálogo necesario entre los ambientalistas, el los gobiernos y los inversores para llegar a acuerdos justos que beneficien a todos y no solo a los poderosos. Hasta entonces, los millones de dólares en subvenciones que Estados Unidos y otros países bombean a esta parte del mundo continuarán cayendo en manos de ciertos políticos codiciosos.

 

Por ahora, la prioridad tiene que ser llevar a los criminales ante la justicia; la justicia por buenas personas como Chico Mendes, un ambientalista inocente asesinado a sangre fría en una parte del mundo donde tal violencia parece haberse normalizado.

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