Welcome to our first issue of the Language Exepress!

Durante el mes de agosto, fui con mi mejor amiga a Perú. Solo teníamos planes para las cuatro primeras noches y después de eso nos dejaríamos llevar.

​

Por eso, las dos primeras noches quedamos en Lima, una ciudad con un clima no muy agradable pero con bonitos grafitis en los muros, edificios y puentes. El hostal donde alojamos estaba lleno de plantas y había un ambiente muy relajado. El desayuno casero, que constaba de tostadas, natillas, mantequilla de maní, cereales con fruta, zumo de naranja y café peruano fue excelente, lo que me hizo muy feliz.

​

De ahí cogimos un vuelo hasta la segunda ciudad más importante de Perú: Arequipa, que no podía ser más diferente de Lima. Arequipa fue nuestra ciudad preferida porque es muy tranquila y toda la gente con la que hablamos fue muy amable. El hostal donde nos quedamos tenía hamacas y un bar en la azotea. Era un lugar perfecto para leer, escribir o pasar el tiempo contemplando las espectaculares vistas de volcanes y montañas nevadas.

​

Desde allí, una tarde al azar, reservamos un autobús nocturno que tardaba catorce horas hacia Bolivia. Fue la mejor decisión que tomamos. Bolivia es un país muy barato y visitamos la increíble ciudad de La Paz con sus bonitos teleféricos y sus extravagantes mercados. El culmen de nuestras decisiones espontaneas fue cuando compramos un vuelo hasta el Amazonas. Fue una experiencia inolvidable y algo de lo que nunca me arrepentiré, a pesar de que gasté mucho dinero en un vuelo casi privado y un tour caro con una organización ética y sostenible que se llama Mashaquipe.

​

Desde de que tenía siete años y leí un libro sobre el Amazonas titulado ‘Journey to the River Sea’, siempre había sonado con navegar  en el río Amazonas. Ahora mi sueño se ha hecho realidad y estoy muy agradecida por haber podido disfrutar de esta oportunidad. Un momento culminante de mis días en el Amazonas fue cuando vi los delfines rosas saltando en el río durante una puesta de sol maravillosa.